Tyson es la empacadora de carne más grande de Estados Unidos. Cuando sus trabajadores —muchos de ellos, inmigrantes latinoamericanos— se lesionan por los movimientos repetitivos que exige su labor, la empresa obstaculiza que accedan a atención médica oportuna y de calidad, lo que empeora gravemente sus padecimientos.
Esta historia fue producida en colaboración con The Pulitzer Center. La versión original en inglés se publicó en Civil Eats.
La cicatriz viaja desde el dorso hasta la palma de su mano, un mapa que cuenta la historia del cuerpo como máquina. Las manos se le adormecen frecuentemente; al tratar de agarrar sus llaves o al abrir la puerta, le invade la frustración. Lleva años trabajando diez horas diarias, cuatro días a la semana, en la planta de procesamiento de pollos de Tyson Foods del poblado rural de Green Forest, Arkansas. “Esto se llama túnel carpiano”, sentenció mientras acariciaba con el dedo el áspero trayecto de su cicatriz.
Pidió que se le llamara María, que no es su nombre real. En julio de 2022 apareció en Green Forest una valla publicitaria que anunciaba que la empresa necesitaba más mano de obra y ofrecía una “semana laboral de cuatro días” y un “bono de contratación de dos mil dólares”. Tyson es la única compañía de gran tamaño que genera empleos en un pueblo de menos de tres mil habitantes. Como la empacadora de carne más grande de Estados Unidos y la segunda más grande del mundo, la compañía procesa cerca del veinte por ciento de toda la carne de res, cerdo y pollo del país. Sus oficinas centrales están ubicadas en Arkansas, mientras que veinte de sus plantas son las principales fuentes de empleo en pequeñas localidades rurales como esta.
De pie, en la sala su casa, María contempla el gran retrato de su hija, una quinceañera enfundada en un enorme vestido en tonos fucsia. Cree que el dolor comenzó en 2017, pero las enfermeras de Tyson que la atendieron no le dieron ningún papel que documentara su condición médica, explicó, por lo que no está segura de la cronología exacta de los eventos. La luz del crepúsculo se filtra a través de la cortina mientras María, descalza sobre una gastada alfombra, hace una demostración de su trabajo. Mueve sus manos con precisión fingiendo cortar un ala de pollo imaginaria. Hace una incisión en la coyuntura entre el ala y el hombro, y luego va cortando hacia abajo. En la práctica, si esta incisión no se desliza por completo a través del tendón, María puede sufrir un accidente.
Aunque la velocidad de la línea de producción variaba, María solía cortar 34 alas por minuto, casi veinte mil al día, teniendo que afilar su cuchillo después de más o menos cada cinco alas. “Eso fue lo que me lastimó la mano”, dijo. Su lesión no es inusual. De acuerdo con otros trabajadores entrevistados e investigaciones de expertos, la prevalencia del síndrome del túnel carpiano es alta entre los trabajadores de la industria avícola. De hecho, un estudio muestra que, en comparación a otros trabajos manuales, este padecimiento es 2.5 veces más alto entre los empacadores de carne a causa de las tareas que requieren movimientos repetitivos de la mano, como cortar, retirar vísceras, lavar, y quitar huesos. Los lineamientos de la Occupational Safety and Health Administration, OSHA (Administración de Seguridad y Salud Ocupacional), recomiendan a compañías como Tyson la rotación de empleados a cargo de estas tareas para evitar trastornos musculoesqueléticos, y también instan a los empleadores a ofrecer tratamientos médicos para prevenir daños físicos permanentes entre sus trabajadores. Nada de esto se le ofreció a María.
En cambio, cuando el dolor la incapacitó, María le pidió a su supervisor, el mismo que concedía o negaba el permiso para usar el sanitario, que la dejara ir a ver a la enfermera de la planta.
Trabajadora anónima de Tyson en Green Forest, AR. Cuando comenzó a experimentar un dolor intenso en el trabajo, las enfermeras y los médicos de Tyson pasaron meses negándose a admitir que necesitaba una cirugía para atender el síndrome de túnel carpiano que había desarrollado; se negaron, también, a pagar por el procedimiento. Fotografía de Jacky Muniello / Civil Eats.
Tyson cuenta con un equipo in situ de enfermeras especializadas en salud ocupacional para atender lesiones laborales como estas. El modelo es muy representativo de otros dentro de la industria avícola y empacadora de carne, los cuales están diseñados para optimizar la eficiencia y, al mismo tiempo, reducir costos y obligaciones. Del mismo modo, todas estas prácticas están siendo emuladas en las operaciones de alimentación animal, varios niveles más abajo en la misma cadena de suministro. El modelo de enfermería in situ reduce críticamente las visitas médicas y hospitalarias que, de lo contrario, tendrían que notificarse obligatoriamente a la OSHA.
De igual forma, estas prácticas enturbian tanto la supervisión de este tipo de lesiones, como las oportunidades de los trabajadores para recibir descanso remunerado y compensaciones por daños si resultan lesionados. Investigaciones realizadas por los medios muestran que, en muchas ocasiones, Tyson ha reorientado la ley de compensaciones laborales en beneficio del balance final de la compañía. Los críticos señalan que el modelo de enfermería in situ hace lo mismo.
Al explicar el trabajo de las enfermeras dentro de la planta de pollos, María comentó: “Te sientan ahí un rato y te ponen una bolsa de hielo unos quince, veinte minutos y luego te dicen que regreses al trabajo.”
La OSHA no solicita a los empleadores que reporten lesiones menores que solo ameritan este tipo de curaciones. Los centros de trabajo están obligados a notificar a la OSHA lesiones severas en un plazo no mayor a veinticuatro horas, incluyendo amputaciones, pérdida de algún ojo o cualquier daño que requiera una estancia mínima de un día en el hospital. Sin embargo, las lesiones que ameritan una simple visita médica se reportan en la bitácora de la compañía, la cual posteriormente se incluye en los informes anuales entregados a la OSHA. La agencia usa estos informes para programar inspecciones en centros de trabajo de alto riesgo y asegurar el cumplimiento de las medidas de seguridad. El sistema está diseñado para gestionar de la manera más eficiente el limitado número de inspectores de la OSHA. Sin embargo, las compañías pueden desviar la atención de la OSHA si sus enfermeras dan a los trabajadores lesionados un tratamiento de primeros auxilios en vez de recomendarles atención médica.
Esta es una de las múltiples razones por las que los trabajadores del sistema Tyson no tienen permitido consultar a un médico sobre alguna lesión, a menos que las enfermeras de la planta lo recomienden, según lo confirmaron una enfermera y varios trabajadores de Tyson. Si los trabajadores desean consultar a un doctor externo, tienen que absorber los gastos ellos mismos.
María dijo que sus peticiones para consultar a un médico fueron rechazadas a pesar de sus visitas mensuales a la enfermería de la planta en Green Forest. También señaló que la compañía postergó la posibilidad de recibir atención médica oportuna, un tratamiento adecuado y el periodo de recuperación. Otros trabajadores, una antigua enfermera, así como investigaciones federales de la industria coinciden en que la experiencia de María es habitual.
Deborah Berkowitz, actual investigadora en la Kalmanovitz Initiative for Labor and the Working Poor (Iniciativa Kalmanovitz para el trabajo y las personas trabajadoras de bajos recursos) de la Universidad de Georgetown, trabajó como jefa de personal y luego como asesora principal en políticas de la OSHA entre 2009 y 2015. Berkowitz señaló que el modelo de Tyson de primeros auxilios in situ es un elemento común en la industria avícola y empacadora de carne. “El número de casos de síndrome del túnel carpiano entre los trabajadores de estas plantas procesadores de carne es increíblemente alto, pero la industria ha encontrado una manera de esconder estos datos del escrutinio público”, explicó. “Las regulaciones de la OSHA estipulan que solo las lesiones laborales serias que requieren tratamiento médico han de reportarse en las bitácoras oficiales de lesiones y enfermedades de la compañía. La industria ha perfeccionado sus métodos para evitar reportar estas lesiones —como el síndrome de túnel carpiano—, ya sea al postergar o al negarse a enviar a los trabajadores al médico para que reciban tratamiento tras alguna lesión o enfermedad en el lugar trabajo.”
Los funcionarios de Tyson rechazan que la compañía les niegue atención médica a sus trabajadores. En una declaración para Civil Eats, Derek Burleson, vocero de la compañía, expresó que “la salud y seguridad de los miembros de nuestro equipo es nuestra máxima prioridad” y que la compañía estaba comprometida con ofrecer un espacio seguro de trabajo. Asimismo, compartió un enlace en donde se detallan los objetivos de Tyson.
Burleson agregó que Tyson solicita a sus empleados que reporten internamente sus lesiones, sin importar cuan mínimas sean. “Hacemos esto porque creemos firmemente en la intervención oportuna. Queremos que las lesiones y enfermedades en el lugar de trabajo sean detectadas de manera temprana para que puedan atenderse a la brevedad”, dijo.
Tyson sigue un enfoque sistemático para facilitar las notificaciones y la intervención oportuna, la evaluación y el tratamiento de lesiones y enfermedades, señaló Burleson, un proceso que empieza con las evaluaciones de las enfermeras in situ y progresa a través de una serie de pasos que incluye referir a los trabajadores al médico. No respondió a las acusaciones de María de que las enfermeras de la planta no le proporcionaron un historial de su condición médica. Tampoco hizo comentarios con respecto a las investigaciones de los medios sobre el enfoque de Tyson para el manejo de las compensaciones a sus trabajadores.
Una antigua enfermera que trabajó en diferentes plantas de Tyson expresó que, a pesar del protocolo sistemático de la compañía para las lesiones de los trabajadores, en la práctica los gerentes de las plantas presionan a las enfermeras para que apliquen tratamientos de primeros auxilios a los lesionados y así evitar reportarlo en la bitácora. La enfermera, que Civil Eats identifica con el nombre de enfermera J., pidió mantener el anonimato por miedo a represalias.
La enfermera J. proporcionó copias de un manual de empleados que describe los pasos a seguir para atender lesiones musculoesqueléticas a través del proceso descrito por Burleson. Esta misma enfermera señaló que cada planta de Tyson cuenta con un gerente de enfermeras, quien es responsable de las decisiones sobre el tratamiento que recibirá el trabajador lesionado, incluyendo la aprobación de una visita al médico. Sin embargo, en la práctica, la enfermera J. expresó que los gerentes de algunas plantas de Tyson, quienes carecen de formación médica alguna, presionan a las enfermeras para que detengan el progreso de la atención médica, y frecuentemente lo hacen entrando a la habitación donde el lesionado está siendo atendido para dar su opinión sobre la lesión y determinar si la visita al médico debería ser aprobada o no.
La enfermera J. explicó que cuando un trabajador parece haber tenido una lesión seria, “el equipo administrativo de la planta dice ‘Bueno, entonces tienen que curarla y evitar que tengamos que reportar el caso a la OSHA’”. Si el gerente de enfermeras decide algo diferente a lo recomendado por la administración, sus superiores le piden de muy mal modo que aplique tratamientos alternativos, como más hielo o un masaje de tejidos blandos, el cual Tyson llama “terapia artística”.
“Si tuvieras a veinte gerentes de enfermería y les preguntaras si alguna vez fueron presionados por los administrativos de las plantas, la respuesta casi siempre sería ‘sí’”, comentó la enfermera J. Cada año, Tyson fija metas para disminuir las lesiones que ameritan notificación a la OSHA, y normalmente apuntan a una reducción de veinte por ciento, agregó. Si no se alcanza la meta, los gerentes de la planta se quedan sin aumentos o bonificaciones, señaló.
Las afirmaciones de la enfermera J. sobre las postergaciones en la atención médica por parte de Tyson también están documentadas en los informes de inspección de la OSHA de las plantas avícolas y de procesamiento de carne. Por su parte, una investigación sobre la industria realizada por la Government Accountability Office, GAO (Oficina de Rendición de Cuentas) del Gobierno de Estados Unidos también encontró patrones similares.
Rebecca Reindel, directora de seguridad y salud ocupacional de la AFL-CIO, explicó que los técnicos en emergencias médicas (Emergency Medical Technicians, EMT) y las enfermeras practicantes certificadas (Licensed Practical Nurses, LPN) en las compañías avícolas y empacadoras de carne “se enfocan, primero, en hacer que la gente vuelva a trabajar, y segundo, en no tener que reportar los incidentes”. A lo largo de una serie de investigaciones, Berkowitz comentó: “La OSHA también encontró que en estas plantas hay personal médico trabajando sin supervisión más allá de los límites legales de su práctica”.
Durante sus investigaciones, la OSHA encontró que las plantas postergaban la atención médica para los trabajadores lesionados, por lo que emitió citaciones para un caso y cartas de alerta de riesgo para otros cuatro en 2015 y 2016. En las cartas, la OSHA señaló que una planta parecía estar valiéndose de la estación de enfermería para prevenir que las lesiones sufridas por los trabajadores fueran reportadas en la bitácora, mientras que en otra planta se había prolongado el tratamiento de los lesionados sin referirlos a un médico, incluyendo el caso de un trabajador que había hecho más de noventa visitas a la enfermería. La OSHA también encontró que varios trabajadores fueron despedidos de la primera planta tras haber reportado trastornos musculoesqueléticos; algunos el mismo día que reportaron sus lesiones.
Una investigación posterior de la GAO en 2017 sobre las plantas avícolas y empacadoras de carne señaló que los trabajadores de cinco estados reportaron problemas similares con la atención médica in situ en sus respectivas plantas, incluyendo omisiones de las enfermeras para referir a los lesionados al médico y la postergación de la atención médica. Uno de esos casos incluía la fractura de muñeca de un trabajador.
Burleson no respondió a las acusaciones acerca de la interferencia de los gerentes de Tyson en la atención médica de los trabajadores. Tampoco comentó sobre los señalamientos de que la compañía usaba sus estaciones de enfermería para evitar que las lesiones tuvieran que reportarse en las bitácoras de las plantas. Sin embargo, mencionó que Tyson emplea a “más de 1,100 expertos en salud y seguridad ocupacional, higiene industrial, atención médica, ergonomía, seguridad en los procesos, prevención de pérdidas, seguridad de transporte y otros especialistas, cuyos roles son clave para la salud y la seguridad a nivel corporativo y de las plantas”, así como para refrendar el compromiso de la compañía de ofrecer un lugar de trabajo seguro y saludable.
Atención postergada, regreso apresurado al trabajo Durante varios meses, María pidió consultar a la enfermería de la planta en múltiples ocasiones. Al describir el dolor que sentía en las manos recordó: “Yo iba allá dos veces por día a la enfermería, y solo me ponían hielo y me regresaban a trabajar, y ya en la noche yo tomaba pastillas, pero ¡ay, Dios!, cuando yo me dormía, eran la una o las dos, ¡qué dolor! El dolor me despertaba”. La enfermera J. confirmó que estas experiencias eran habituales. El protocolo de Tyson para las lesiones musculoesqueléticas permite a las enfermeras ofrecer hielo y medicinas contra el dolor hasta por veintiocho días, según el manual de empleados. El proceso puede repetirse si la enfermera considera que la lesión se ha resuelto sobre la marcha.
Alexia Kulwiec, profesora adjunta en la Universidad de Wisconsin y Madison, imparte clases de derecho laboral y es experta en políticas laborales nacionales y compensaciones. Al abordar el tema de los centros médicos en las plantas de Tyson comentó: “Su única meta es no lidiar con problemas de salud serios y mantener los costos bajos… En realidad, toda esta idea de compensar al trabajador se está evadiendo, para empezar.”
María no podía recordar el nombre de las enfermeras que la trataron y señaló que las cambiaban constantemente. Relató una anécdota en la que una enfermera le dijo que no había ningún problema y que todo estaba bien con ella. De vuelta en su línea de producción —las alas de pollo—, María tenía tanto dolor que no podía trabajar. En otra ocasión en que solicitó ver a una enfermera, su supervisor la envió a llenar unos formularios y le dijo: “Te van a mandar con no sé quién para ver si calificas para que te vayas al doctor, y si no, el poquito de hielo y de regreso”. María aún recordaba los múltiples desafíos que tuvo que enfrentar durante los ocho meses que pasó solicitando una visita al médico y agregó: “tengo que estarme muriendo.”
Berkowitz confirmó que la práctica es común. “Los trabajadores están como atrapados en estas estaciones de primeros auxilios porque las compañías tienen políticas que estipulan que los lesionados pueden ser despedidos o castigados si buscan tratamiento médico fuera de la compañía. Además, estas compañías dejan muy claro que no pagarán por ningún tipo de servicio médico a menos que ellos mismos envíen a los trabajadores al doctor. La OSHA encontró repetidamente que estas empresas postergan referir a los trabajadores al médico para su atención, y también encontró que estas prácticas provocan que las lesiones empeoren con el tiempo. La mayoría de los trabajadores no cuenta con seguro médico.”
Sin embargo, Burleson declaró que Tyson ofrece a sus trabajadores múltiples alternativas para atender cualquier inquietud sobre sus procesos y que las políticas de empleo de la compañía alientan a los trabajadores a extender sus preocupaciones a los administrativos, al personal de recursos humanos, al departamento de cumplimiento laboral de Tyson (Employment Compliance Department) o a la línea confidencial de ayuda Tell Tyson First. “Las quejas recibidas a través de estos medios son investigadas y resueltas”, comentó, agregando que los trabajadores reciben capacitación sobre estas políticas.
No contestó las preguntas sobre si los trabajadores de Tyson podían acudir por su cuenta a atender sus lesiones en las clínicas de la compañía —llamadas Bright Blue Health Clinics—, es decir, sin tener que ser referidos por las enfermeras de la planta. Las clínicas son operadas por Marathon Health y “ofrecen atención básica y preventiva, incluyendo exámenes médicos, coaching de estilo de vida y educación para la salud, así como orientación de ‘salud del comportamiento’ sin ningún costo” para la mayoría de los trabajadores, explicó.
El médico de esta clínica de salud situada frente a la planta de Tyson en Green Forest, AR, dijo que la clínica solo atiende a los trabajadores de Tyson. La clínica está a cargo de una empresa de Tyson, y el médico de turno dijo que no podía hablar con los periodistas sin el permiso de su empresa (le dije que me llamara si le daban permiso, pero nunca llamó). Fotografía de Jacky Muniello / Civil Eats.
María estaba entre aquellos trabajadores sin seguro médico, quienes no pueden consultar a un médico por sus propios medios. Un día, cuando su lesión comenzaba a empeorar, sus manos le fallaron al intentar agarrar las bolsas de compras. Todo cayó al piso “y dije: oh, Señor, ayúdame, ayúdame a levantarlas”.
Tras varios meses de espera, María finalmente recibió el permiso de una enfermera de la planta para visitar al médico. “Tiene que ser un doctor de Tyson”, agregó. Kulwiec dijo que la ley de Arkansas permite que el empleador elija al proveedor de salud, e instruye a los empleados a que visiten al médico seleccionado por la compañía.
Magaly Licolli, directora ejecutiva de Venceremos, organización que aboga por los derechos humanos de los trabajadores de la industria avícola en Arkansas, confirma esta práctica: “Los trabajadores tienen acceso a un seguro de salud, pero el médico general tiene que estar relacionado a la compañía… Ellos controlan quién o cuándo es el momento indicado para que los trabajadores busquen atención primaria de salud fuera de la compañía”.
Licolli, que también fue miembro del Consejo Asesor de Civil Eats, fundó Venceremos en 2019 con un grupo de mujeres trabajadoras de plantas avícolas. Durante la pandemia, organizó a los trabajadores para que exigieran acceso a equipo de protección individual, respeto del distanciamiento social, el derecho de hacer cuarentena y tomar licencias laborales, transparencia en el aumento de las velocidades de la líneas de producción y un salario digno. Explicó que la atención médica in situ en Tyson es una forma de “controlar la salud de los trabajadores, pues los tratan como si fueran máquinas”.
También resaltó las inquietudes sobre los capellanes de Tyson. Esta compañía tiene uno de los programas más grandes de capellanía corporativa en el sector privado estadounidense, que incluye a más de cien capellanes en veintidós estados. Licolli dijo que los capellanes son leales a la compañía y se valen de las creencias religiosas de los trabajadores que se les acercan para controlar cualquier disidencia. Agregó que estos capellanes vigilan las protestas laborales e incluso la han seguido en diferentes eventos en los últimos dos años. De igual forma, comentó que uno de ellos fue a su casa para disuadirla de organizar a los trabajadores. La enfermera J. dijo que los trabajadores a veces hablaban con los capellanes sobre sus enfermedades y lesiones. Dado que los capellanes tienen que reportarse con el gerente de recursos humanos, algunos de los trabajadores entrevistados dijeron que les preocupaba que la información personal compartida de manera confidencial llegara a oídos de la administración.
En el caso de María, el médico al que la refirieron, el Dr. Tarik Sidani, le dijo que necesitaba una cirugía del túnel carpiano. Sin embargo, el doctor también le dijo que no podía hacer la operación sin la aprobación de Tyson. Pasaron los meses, y las enfermeras de Tyson enviaron a María con dos médicos más, ambos coincidieron con el diagnóstico de cirugía. Incluso después de esto, la cirugía no fue aprobada y uno de los médicos de Tyson le aconsejó que tomara esteroides y se pusiera inyecciones de cortisona en la mano. La sugerencia le provocó mucho temor, pues el médico le aclaró que, aunque estas medidas provisionales podrían reducir el dolor, también podrían provocarle diabetes. Al final se arriesgó, el dolor era demasiado fuerte como para soportarlo. La inyección también le permitiría seguir trabajando, pues el despido era seguro si se ausentaba muchos días.
Aproximadamente ocho meses después de su queja inicial, Tyson aprobó la cirugía. “Me operaron el viernes, regresé el lunes porque si yo no regresaba me iban a llevar al desempleo y solo me iban a dar la mitad del cheque”, recordó.
Por su parte, la enfermera J. mencionó: “Esto es muy común, que alguien tenga una cirugía y regrese al día siguiente”, y agregó que, de otro modo, Tyson perdería “horas-hombre seguras”, que es el tiempo que un trabajador ha cronometrado sin haber sufrido una lesión, el cual también ha de reportarse a la OSHA. Los expertos en medicina normalmente recomiendan un tiempo de recuperación de cuatro a seis semanas —o hasta mayor— después de una cirugía de túnel carpiano. El Dr. Sidani recomendó una semana de recuperación, pero el supervisor de María en Tyson le dijo que “no era necesario descansar”.
Berkowitz explicó que, además de la documentación de lesiones, “las regulaciones de la OSHA solicitan a las compañías reportar los días de trabajo que su personal haya perdido por lesiones. Y, por lo tanto, Tyson puede decir ‘no hemos tenido lesiones que ameriten días de trabajos perdidos’. Todo esto es cuestión de relaciones públicas para Tyson: el intento de esconder el número y la seriedad de las lesiones causadas por condiciones laborales peligrosas”.
Tyson cubrió los gastos de terapia física, pero cuando María la terminó fue enviada de vuelta a la línea de producción de alas de pollo a seguir haciendo los movimientos repetitivos que originalmente provocaron la lesión.
Burleson no respondió a las acusaciones de que Tyson posterga la atención para los trabajadores lesionados y no les concede el tiempo necesario para su recuperación postoperatoria. Sin embargo, señaló que las operaciones avícolas “cuentan desde hace muchos años con programas y comités de seguridad en una búsqueda constante de alternativas para facilitar los trabajos de producción. Su meta es mejorar los equipos, las herramientas y los procesos, con el fin de hacer que el trabajo sea menos demandante a nivel físico”.
Atención dudosa, lesiones agravadas Al igual que María, Rosa es guatemalteca y también desarrolló el síndrome del túnel carpiano mientras trabajaba en la planta de Tyson en Green Forest. A diferencia de María, sigue en espera de una cirugía del túnel carpiano en ambas manos.
Con la llegada de la pandemia, Tyson Foods aumentó la velocidad de sus líneas de producción, lo cual hizo que trabajadores como Rosa estuvieran más expuestos a sufrir lesiones por movimientos repetitivos. “Eso fue cuando la pandemia empezó y mucha gente se retiró porque no querían resultar enfermos”, dijo y relató cómo se le pidió que hiciera el trabajo de varias personas. Durante los últimos años, sus días de trabajo se han extendido hasta diez horas, cuatro días a la semana, deshuesando carne blanca. En octubre de 2021, tras décadas de estar en Tyson, Rosa pidió permiso a su supervisor para ir a ver a una de las enfermeras de la planta. Llevaba meses con dolor en ambas manos y no se sentía capaz de seguir trabajando. Cuando llegó a la enfermería no había un intérprete de español disponible y, en palabras de Rosa, la enfermera hizo lo de siempre “lo que ponen solo son bolsas heladas en las manos, en los hombros”, y luego le dijo “a trabajar”.
Trabajadora anónima de Tyson en Green Forest, AR. Necesita cirugía para remediar el síndrome de túnel carpiano. Fotografía de Jacky Muniello / Civil Eats.
Los trabajadores en las instalaciones de Green Forest hablan muchos idiomas —incluyendo marshalés, español, tailandés y vietnamita—, pero las enfermeras solo hablan inglés. La enfermera J. dijo que cuando hay algún intérprete disponible, suele ser un miembro del área de Recursos Humanos, quien hace las veces de intérprete médico. La situación crea una dinámica de poder dispar, en la que se espera que el trabajador hable abiertamente sobre su lesión frente a su supervisor. La enfermera J. comentó: “Creo que tienen miedo de reportar que se lesionaron”.
Cuando Tyson contrata a sus trabajadores, la compañía les ofrece el servicio de interpretación y documentos en su idioma natal. Sin embargo, muchos de los entrevistados dijeron que, tras su contratación, la mayoría de las interacciones y los documentos que recibieron estaban solo en inglés. “El área de salud no cuenta con personal que hable esos idiomas”, comentó Berkowitz.
En una entrevista realizada en el año 2000 para fines internos de la compañía, el entonces presidente de Tyson, Donald “Buddy” Wray, señaló que las barreras del lenguaje eran hasta cierto punto culpables de las lesiones y muertes. “Este ha sido el peor año en la historia de nuestra compañía y todos deberíamos llevarnos unos coscorrones por ello. En muchos casos, la pérdida de vida es provocada por la falta de capacitación, la falta de comunicación, la falta de entendimiento… Tenemos que esforzarnos más por comunicarnos en su idioma”, dijo. Burleson no hizo comentarios sobre los problemas de traducción reconocidos por Wray.
A pesar de los vacíos en la comunicación, Rosa logró solicitar visitas diarias a la enfermería de la planta, ya que el dolor que tanto la debilitaba no cedía. Durante el año que pasó hablando conmigo, describía el dolor en sus manos e incluso me llamaba llorando, preguntando cómo podía seguir trabajando con todo ese dolor. “A veces yo despertaba para ir al baño, pero mi mano no despertaba. Tenía que pegarme en las manos así porque las tenía muertas”, explicó.
Cuenta que cuando describió su dolor, una enfermera de la planta le dijo: “No vamos a pagar nada”.
Desesperada, Rosa buscó orientación con el médico de su esposo, fuera del sistema Tyson, y ella pagó la consulta. Cuando Rosa le informó a la enfermera de la planta que un doctor externo le había confirmado que necesitaba una cirugía del túnel carpiano, le repitieron que ella misma tendría que pagar la operación. Lo sintió como una represalia.
Burleson, el vocero de Tyson, no respondió a esa acusación. No obstante, Licolli describió cómo el recelo para atender a los trabajadores puede minar su confianza. “Los trabajadores no saben si los doctores o las enfermeras [de Tyson] son lo suficientemente capaces. No confían en ellos”, dijo Licolli. “No parecen doctores o enfermeras confiables. Los ven más como personas pagadas por la compañía que tienen que decir lo que sea que beneficie a la compañía”.
La investigación de la GAO de 2017 encontró que el miedo a las represalias por recibir atención médica es una constante entre los trabajadores. En un estado, los trabajadores dijeron a los inspectores que eran penalizados cuando buscaban atención médica en el trabajo. “Los trabajadores de las plantas de pollo y empacadoras de carne de tres estados también dijeron que el miedo a ser reprendidos o a perder su trabajo a veces los obliga a abstenerse de recibir atención médica… o de quejarse de la calidad de la atención”, declara el informe.
Reindel dijo que en un sistema de clínicas in situ como el de Tyson, “si van por su cuenta [los trabajadores], no les pagan nada, y luego es común que sus acciones sean respondidas con medidas punitivas o represalias”.
De vuelta en Tyson, Rosa pidió hacer visitas regulares a la enfermería, consultó doctores, fue al hospital y pasó varios meses en incapacidad. Cuando un médico de Tyson le notificó que tenía que volver al trabajo, Rosa fue trasladada a una línea de producción que requería menos movimientos repetitivos. No obstante, el dolor era tal que solicitó que la cambiaran a un trabajo más fácil en el que ganaba tres dólares menos por hora. Al poco tiempo, se quejó de haber perdido por completo el tacto en ambas manos y tuvo un accidente. Cuando finalmente le aprobaron una cita con el Dr. Sedani, este le confirmó que necesitaba una cirugía del túnel carpiano, pero que no podía realizarla sin la aprobación de Tyson.
Burleson no respondió a las acusaciones de que Tyson se reservaba el derecho de autorizar las cirugías de los trabajadores a través de sus médicos. Sin embargo, señaló que la compañía no emplea a cirujanos y que los médicos que refiere la compañía no son, en efecto, “médicos de Tyson”. “Es una interpretación equívoca”, agregó.
Rosa se muestra abatida ante lo que parece ser un ciclo sin fin. “Necesito un abogado”, dijo, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas mientras se cubría el rostro con las manos. “Estoy peleando por una operación.”
Kulwiec explica que en Arkansas la carga legal recae en los empleados, como Rosa, quienes tienen que probar que sus problemas de salud fueron provocados por lesiones o enfermedades ocurridas en el lugar de trabajo, lo cual puede ser muy difícil de demostrar.
De acuerdo con Reindel, para la OSHA resulta igual de complicado identificar cuando una compañía está usando sus propios centros de primeros auxilios para evitar que las lesiones de los trabajadores sean reportadas. “Básicamente, estas prácticas no están controladas”, dijo. “Es peligroso, inhumano. No permiten que la gente reciba la atención que necesita.”
En efecto, es raro que la OSHA emprenda acciones para solucionar estas situaciones de gestión médica, especialmente debido a la falta de recursos. No obstante, en 2016 la agencia impuso una multa de 78 mil dólares a Pilgrim’s Pride, otra gran productora de pollo, debido —en parte— a las prácticas de la empresa de postergar la atención médica de sus trabajadores. Berkowitz dijo que Tyson “bien podría fijar los estándares para todo lo que las otras empresas de pollo y carne necesitan hacer para proteger a sus trabajadores en el lugar de trabajo y, en cambio, llevan los estándares hasta el suelo”.
En julio Rosa dijo que estaba asustada porque sus supervisores y compañeros habían dejado de hablarle y la miraban con hostilidad. “Hace dos meses vinieron a tirar animales muertos debajo de mi casa”, dijo, “armadillos y mapaches”. El olor era tan fuerte que ella y su sobrina vomitaron. Después de este suceso, envió a su sobrina a vivir con otros familiares. El 15 de julio de este año, la última vez que la entrevisté mientras se aferraba a dos botes de medicinas controladas para el dolor, dijo: “Si un día ven que yo estoy muerta, ya saben toda mi historia.”
Una trabajadora anónima de Tyson en Green Forest, AR. Necesita cirugía del túnel carpiano. Tyson le ha dicho que la compañía no cubrirá el costo de la cirugía. Fotografía de Jacky Muniello / Civil Eats.
Nota: Civil Eats contactó en diversas ocasiones a Tyson antes de la publicación de este artículo, en busca de sus comentarios sobre la manera en que la compañía cubre los gastos médicos de los trabajadores lesionados en el lugar de trabajo. Tyson no respondió a esa pregunta ni hizo comentarios sobre las declaraciones de los trabajadores con respecto a que ellos mismos tenían que pagar sus gastos médicos si consultaban a doctores externos al sistema de referencias de Tyson. Después de la publicación de este artículo, Tyson envió a Civil Eats la siguiente declaración: “Si un miembro del equipo resulta lesionado en el lugar de trabajo y solicita ver a un doctor, nuestras enfermeras tienen instrucciones de gestionar una solicitud de compensación. Nosotros pagamos el tratamiento médico aprobado como parte de la compensación al trabajador, incluyendo las consultas con doctores externos. Los miembros de nuestro equipo no tienen que pagar por la atención médica que reciben”.
Alice Driver es una escritora de las montañas de Ozark. Actualmente se encuentra trabajando en un libro sobre derechos laborales titulado The Life and Death of the American Worker. Escribe para The New Yorker, The New York Review of Books y Oxford American.
Jacky Muniello es una fotógrafa documental mexicana cuyo trabajo se centra en temas de identidad y migración. Vive en la Ciudad de México y ha colaborado con Bloomberg, The Washington Post, CNN, Longreads, Gatopardo y The Bitter Southerner.
María Ítaka nació en Oaxaca, México. Es licenciada en lengua y literaturas modernas inglesas por la UNAM y cuenta con una especialidad en traducción. Ha colaborado en traducciones para Político, Longreads, The Guardian y Naciones Unidas, entre otros.
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